Por Paula Cuellar Cuellar investigadora del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia A. C.
¿Qué se puede esperar de un país que acalla a quienes pretenden develar la verdad o que es omiso en sancionar a quienes lo hacen? ¿Cómo le podemos exigir a los comunicadores que nos revelen los secretos de los intrincados laberintos del poder cuando está en juego su vida y su seguridad?
El periodismo no es nada fácil. Aparte de las exigencias propias de formación y capacidad profesional y técnica, conlleva también riesgos para la seguridad personal de quienes lo ejercen. Más aún, cuando se practica en condiciones como las prevalecientes en países donde las reglas del juego democrático no siempre se respetan. Peor cuando la conflictividad social ha alcanzado situaciones límite, donde el pan de cada día es la violación flagrante de los derechos humanos y hasta la guerra interna, aunque no haya sido declarada. Si la persona dedicada a este oficio en esas condiciones intenta ser objetiva y veraz, en la medida de las posibilidades, el peligro es mucho más grande.