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La Lucha de Mamá Xóchitl

Por Louise Bénézech

Xóchitl nació el 21 de septiembre de 1979 en Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca. Se bautizó en el estado de Oaxaca y creció en Puerto Escondido. Es mixteca por las raíces de su madre, es cristiana, la hermana mayor de siete; es chaparrita, con el pelo largo y castaño, los ojos negros, la piel morena y siempre muy arreglada. Le gustan la música, el baile, viajar, escribir, leer, ver reportajes documentales, caminar, ir al cine, aprender y pasar tiempo en casa con su hijo Kevin. A lo largo de su vida, siempre hizo el papel de defensora y madre para su círculo.

Infancia y Juventud

Durante su infancia empezó a ayudar a su madre con los gastos. Desde los seis años, la mandaba a vender productos como gelatinas, quesos, tamales, y verduras.

Era una chica rebelde, en particular en contra de su padre, que era violento. Xóchitl defendía a su madre y cuestionaba los actos de su papá. También se enfrentaba a su madre, que le decía que no le iba a poder dar la secundaria o que no le daba permiso para ir a bailes. Fue así como se fue a inscribir solita a la secundaria y se escapaba para ir a bailar.

Su hermana menor Janet explica que Xóchitl «no tuvo una niñez, optó por el papel de mamá y papá porque mi madre salía a trabajar para darnos de comer, ella nos cuidaba, nos bañaba, nos daba de comer, es como nuestra segunda madre, siempre nos dio consejos, nunca nos dejó, lo poquito que ella tenía, lo compartía con todos nosotros«.

Se casó muy joven, a los 15 años. Tuvo su primer trabajo como auxiliar de secretaria en una organización de artesanos. Allí defendía a los artesanos para que se les dieran sus permisos. Además, se dedicaba al comercio vendiendo sus artesanías en la playa. También estuvo voluntaria en los desastres naturales en la Contraloría del Estado cuando vino el huracán Paulina y fue alfabetizadora en el CONAFE para las comunidades indígenas del estado de Oaxaca.

Vida de Adulta y Maternidad

Después, se fue hacia Tlamacazapa en Taxco de Alarcón, donde vivía la familia de su marido. Con su marido vivió mucha violencia física. Perdió hijos hasta tener a Kevin, su único hijo. Kevin nació con discapacidad auditiva, él es sordo, en parte por los golpes que sufrió Xóchitl durante su embarazo, su prematurez (nació de 26 semanas de gestación), y también porque Xóchitl convulsionaba durante su embarazo.

Como su mamá y su abuela vivieron esta misma violencia por parte de sus parejas, y también nos explica Xóchitl que por «esa costumbre de mi familia de que la mujer nació para un solo hombre, tiene que servirle y quedarse con él para no vivir en el pecado», ella pensaba que era normal y se fue adaptando a esta vida. Pero después, su marido rechazó a su hijo por ser sordo, y fue cuando Xóchitl decidió separarse.

En mayo de 2000, ingresó como promotora en la asociación Caminamos Juntos para la Salud y Desarrollo. Al separarse, se fue a vivir a Buenavista de Cuéllar. Trabajó como mesera en un restaurante en Buenavista de Cuéllar. Allí terminó su carrera técnica y obtuvo el título de Profesional Técnico en Contabilidad Financiera y Fiscal en julio de 2005. En agosto de 2005, se fue a vivir a Cuernavaca con su hijo y empezó a trabajar en el área administrativa en la oficina de esta misma asociación.

Llegó a Cuernavaca como madre soltera y allí empezó una nueva vida. La situación económica, la discapacidad de Kevin y la enfermedad de Xóchitl, quien es epiléptica desde 2000, hizo que fuera un inicio difícil para ella. Xóchitl logró adaptarse a su hijo y a su vida: sus amistades cuidaban a Kevin cuando ella estaba en el hospital, le rentaron un cuarto en una escuela de extranjeros, lo que ayudó a que su hijo conviviera con más personas y que ella no se sintiera sola, y permitieron a Xóchitl tener a su hijo en su trabajo.

De ahí se fue aún más fuerte su papel de madre que ya tenía desde chica. Logró desarrollar una unión muy fuerte con Kevin.

«Mi mayor deseo es que mi hijo pueda vivir en un mundo donde sea aceptado y valorado, como la persona que es, y no la discapacidad que posee, ya que su discapacidad le supera con creces, no lo digo porque sea su madre, no, lo digo porque es la realidad (…) Nuestro camino fue penoso, dificultoso. Pero atesoro cada lágrima, cada mirada, cada experiencia y cada enseñanza que he vivido con mi hijo. Yo fui bendecida de que mi hijo Kevin me eligiera madre, porque necesitaba aprender a ser fuerte. Algunos heredan bienes, yo heredé una fuerza. Es la que me sostiene para ir adelante y que me saca una sonrisa los días en que se me hace difícil hasta respirar», cuenta Xóchitl.

Cuando su enfermedad se agravó mucho, Xóchitl dijo que Kevin no estaba preparado para vivir sin ella. Le empezó a decir que podía jugar con los otros niños, a comunicar con imágenes y poco a poco él se fue desenvolviendo. Hoy tiene dos tipos de amistades: un grupo de oyentes que están aprendiendo el lenguaje de manos y un grupo de no oyentes.

Carrera Profesional y Activismo

Xóchitl empezó como promotora, después becada y enseguida como administradora y coordinadora de programas en la organización. A partir de 2009, se incorporó a diferentes redes de mujeres en la defensa de sus derechos, donde ella dice haber obtenido un gran aprendizaje y una hermandad. Por el trabajo que realizaba dentro de la asociación como promotora y después como administradora de programas, aprendió a tomar decisiones, a ser compañera, a ser líder, a enfrentar los obstáculos que se le presentaran, a actuar tomando en cuenta sus iniciativas e intuiciones.

Por toda la experiencia y lo vivido en su vida, se convirtió en defensora de derechos humanos. Ha trabajado en la promoción, protección y defensa del territorio, en Oaxaca y Guerrero. Se integró a la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en México, a la Renamitt (Red Nacional de Mujeres Indígenas: Tejiendo Derechos por la Madre Tierra y Territorio). Se integró a la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas. Fue becada por Fondo Semillas (Mujeres Sembrando Igualdad) y en 2018 fue participante del Consejo Nacional de Indígenas durante el acompañamiento de la candidata a presidenta María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy).

Xóchitl continuó trabajando en una organización civil. Estudió su universidad en Cuernavaca de 2010 hasta 2013. Fue presidenta de una asociación de mujeres indígenas de 2008 hasta 2023.

Xóchitl y su hijo tenían una rutina tranquila. En la semana, Kevin iba a la universidad y su madre trabajaba. Se encontraban en la noche. Xóchitl traducía sus clases a Kevin y hablaban de sus días. En el fin de semana, todos los sábados compraban tacos, cenaban juntos y veían una película. El domingo también pasaban tiempo juntos o iban a ver a sus amistades. Xóchitl y Kevin no se habían separado por mucho tiempo. Para Kevin, su madre es su fortaleza, su guía, su medio de comunicación, su única persona que le llena de amor. Convivían mucho y la comunicación entre ellos era muy fuerte.
Detención y Experiencia en la Cárcel.

Pero la vida de madre y de defensora de Xóchitl no terminó aquí. En 2023, Xóchitl fue acusada equivocadamente de un secuestro y detenida durante dos años y dos meses. De nuevo tuvo que luchar y adaptarse a una vida nueva. Al principio, vivió violencia verbal y física por parte de ambos custodios y compañeras. En su tercera noche en la cárcel, había una persona que tenía problemas psicopáticos. Se abalanzó sobre Xóchitl y le dijo: «te vine a matar, para eso me mandaron, para matarte».

Entonces, Xóchitl conoció el vivir con miedo constante. Empezó a adaptarse a vivir con mujeres muy malas, culpables, mujeres psicópatas, asesinas, destazadoras, rateras, que trabajaban en el crimen organizado y mujeres con enfermedades mentales, pero también con mujeres inocentes que vivían el mismo dolor que Xóchitl. De ahí empezó a entender el pensamiento de sus compañeras. Nos explica: «Piensan que con el sentirse poderosas, nadie va a poder maltratarlas, se quieren preparar para cuando ya lleguen a población, pero no se dan cuenta que no es así».

Después, Xóchitl cuenta que como ella contestaba y se defendía, le agarraron un respeto hacia ella. «Fui mostrando la mujer que soy, que no me metía con ninguna de ellas, que me adapté a su forma de vivir y a su forma de ser, que no las juzgaba». También decidieron no meterse con ella por su enfermedad, que se agravó porque no tenía los medicamentos apropiados. Poco a poco, «logré el cariño de varias compañeras, varias se me acercaban para platicarme sus problemas y de repente muchas jovencitas me pusieron el nombre de Mamá Xóchitl». Era mucho más personal que el número 731 que tenía como prisionera.

También estuvo muy difícil para Kevin. «Él se queda con los gastos y sobre todo la falta de compañía, su guía, sus manos, su única comunicación, su intérprete, su único familiar en Cuernavaca».

«De repente mi mamá no está en casa, mi mamá no está para que le interprete las clases, mamá no está para acompañarlo, mamá no está para escucharlo». Él no podía ir a ver a su mamá mucho por la trayectoria. Tenía esta frustración de ver a su mamá dentro de la cárcel y no entender por qué. Pero esta vivencia lo hizo más fuerte, independiente y responsable.

Reflexiones y el Futuro

«Encontré mi misión en la vida dentro de mi trabajo en la organización, que es ayudar a las mujeres que sufren violencia y a los niños que sufren discriminación», nos dice Xóchitl. De hecho, desde su infancia con un padre violento, después con su marido y al final con su experiencia en la cárcel, Xóchitl siempre estuvo luchando y defendiéndose. «Poco a poco me di cuenta de que realmente la defensa la traigo desde niña y más porque la viví y no me dejaba».+

Nos explica Xóchitl que una mujer que sufre violencia no le va a decir fácilmente a cualquier persona por miedo. «Necesitas realmente entrar como si estuvieras tú sufriendo esta violencia para poder entender a la mujer porque muchas veces nos quedamos muy sumisas, nos sometemos, nos oprimimos por miedo y preferimos ser resilientes a esta violencia porque creemos que no hay ninguna otra salida».

Xóchitl se describe ella misma como una persona amigable, sociable, con mucha empatía, responsable, muy independiente, curiosa y que antes de que sucediera su detención, tenía mucha autoestima, empoderamiento y fuerza. Nos dice que hoy siente que le afectó mucho estar en la cárcel, especialmente en su salud, en su físico, en lo emocional, en lo social y en lo económico. Pero también que tiene un coraje muy fuerte hacia las autoridades y la vida en general. Sigue viviendo con el miedo de regresar a la cárcel, que se fue hacia abajo su seguridad personal y que se siente vacía.

Xóchitl dice: «Estuve dos años y dos meses en la cárcel injustamente. Se me culpó por el delito de secuestro agravado. Un delito que yo no cometí. El día que ingresé en la cárcel perdí mi identidad. Para el sistema carcelario yo era solamente un número. En la cárcel es donde sentimos la necesidad de escuchar a todas las personas. Ahí es donde siempre hay capacidad para una más, donde sabes cuándo entras, pero no cuándo te irás, porque la vida nos depara sorpresas que no contábamos antes con ellas. Es aquí donde te das cuenta del dolor que te causa cuando no puedes compartir con ese hijo que te espera en casa y que llora por la ausencia de su madre. Ese que cada visita el verlo, sentirlo es una lágrima. Ese que te ama sin importarle tus defectos y virtudes, y que viene a verte no importa el mal tiempo ni los obstáculos para llegar. Esa madre que te dice que está bien cuando realmente está desplomada. Es aquí donde el pensamiento viaja a gran velocidad, donde las mujeres, familiares, amigos, novios y maridos te abandonan sin ningún tipo de sentimiento. Esas que decían que todo era para siempre y el señalamiento de un fiscal hizo que se le partieran las rodillas. Esos que decían te estimo, te quiero, te amo y solo fue un exceso de palabras nada más. Es aquí donde lo único que vale es el apoyo de tu verdadera familia y de tus verdaderas amistades que jamás te dejarán sola. Aquí precisamente donde todo se vuelve odio y rencor, donde el corazón se vuelve de plomo, donde vivimos de esperanza y fe y donde nadie cree en el valor de la palabra promesa. Y es aquí donde aprendí que no habrá culpa olvidada mientras la conciencia tenga noción de ella. Soy una luchadora. Siempre he peleado cuando el camino ha sido difícil. No es fácil convertirse en una mujer independiente, una madre soltera, una mujer profesional, una mujer única. Luché para ser una. Seguiré luchando, seguiré demostrando mi inocencia, haré todo lo que esté en mis manos para lograr mi libertad absoluta. No voy a dejar caer mi cabeza, solo para ir a mi cama y acostarme. PORQUE SOY INOCENTE, pero la corrupción en que vivimos me quiere culpar».

Entonces nos dice que, como siempre lo ha hecho en su vida, con tiempo y con el apoyo de su círculo, logrará recuperar a esta mujer independiente, con fuerza y valor.

«Recuerdo mucho que siempre estaba muy orgullosa de ella porque siempre ha sido una mujer muy, muy fuerte, con buenos principios, valores» (Alma Ramírez Velasco). «Realmente Xóchitl es una gran mujer, que no hay palabras para describirla, se ganó el cariño y amor de su gente, donde las esperamos con los brazos abiertos» (Celia Villa Procopio).

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