Juana Solís Barrios nació el 25 de abril de 1965 en la localidad duranguense de Cuauhtémoc. A los 5 años, Juani (como le gusta que la llamen) y toda su familia se mudan a Monterrey, a la colonia La Playa. Desde entonces, ha vivido en tierras regiomontanas. Es en esta tierra rodeada por imponentes montañas en donde a los 14 años conoció a quien se convertiría en su esposo, padre de sus hijos, compañero de vida y sin saberlo, en su compañero de lucha. Al recordar y contar sobre su boda, Juani sonríe y parece que viaja muchos años atrás, al momento en que empezó su propia familia.
La primera hija de la familia González Solís, Janet, llegó cuando Juani estaba por cumplir 16 años; luego llegaron Tony, Damaris y al final Abraham. “Los cuatro nacieron aquí, mi esposo es de aquí. Yo soy la única que no soy de aquí”, cuenta Juani riendo, “pero ya casi como si lo fuera”, ríe. Los cuatro hijos se casaron y comenzaron a llegar los nietos, siendo Aldo e Iñaki los primeros. La familia crecía y vivían en paz y felices.
Brenda Damaris González Solís, nació en Monterrey en 1985. Es la tercera de cuatro hijos. Su madre cuenta que su hija siempre fue muy querida por todas las personas que la conocieron. Se llevaba muy bien con sus hermanos y se querían mucho. Cuando Juani estaba con sus hijos, dice que siempre eran risas, y que cuando Damaris cantaba, se escuchaba en todas partes, tenía una voz grave y fuerte.
Siempre fue muy curiosa y algo traviesa de niña. Cuando tenía un año, Damaris se cortó el dedo índice con una puerta. A los cinco años, se quemó el pie con un periódico. De niña, Damaris quería jugar fútbol, pero su mamá le decía que no, que mejor jugara vóleibol. “Yo quiero jugar fútbol” decía Damaris con el vozarrón que tenía. La pequeña Damaris insistió mucho hasta que su papá intercedió y la dejaron jugar fútbol. Luego a los 12 años, la operaron del apéndice. Una vez que terminó la operación, Damaris comenzó a llorar y hablar, la enfermera dijo que estaba bien ronca y que seguro la anestesia le había hecho daño, a lo que Juani contestó que todo estaba bien, que así tenía la voz Damaris, su inolvidable voz ronca y fuerte. Desde muy joven, siempre fue amante del baile y también escribía canciones.
Cuando Juani estaba con sus hijos, dice que siempre eran risas, y que cuando Damaris cantaba, se escuchaba en todas partes, tenía una voz grave y fuerte.
A pesar de no ser la primogénita, ella era la que siempre organizaba a la familia. Al contrario de su hermana mayor que es, callada y tranquila, Damaris siempre hablaba mucho. En sus trabajos la querían mucho: organizaba a la gente para viajes o cosas que se necesitaran. Cuando entró a trabajar en la empresa General Motors, en donde encintaban los motores, ella se lastimó la muñeca porque nunca le explicaron cómo se hacía. Después de esto empezó a capacitar a las personas para que no se lastimaran.
Damaris conoció a Francisco Abraham y se casó con él en una boda sencilla. Había poca gente, sólo personas allegadas, y la festejaron en el restaurante Los Generales. Luego, nació Iñaki, cuando Damaris tenía entre 22 y 23 años. La joven madre aún trabajaba en General Motors. Juani recuerda que cuando su nieto nació ella entró a ver a Damaris que cargaba al bebé; “Mi amor, mi vida”, le decía Damaris a Iñaki.
En el año 2011, la familia González Solís vivía en el municipio de García, Nuevo León. Damaris estaba casada con Francisco Abraham y tenían a Iñaki de dos años. Los tres vivían junto con los padres de Damaris en la casa familiar, aunque Damaris comenzó a salir con Julio César a quien conoció en la obra a la que le vendían comida. Con 25 años, la negra, como le decía su familia, ayudaba en el hogar y participaba activamente en los negocios de la familia. Los González Solís tenían una tienda de abarrotes y, además vendían comida en una construcción. Damaris era la encargada de checar las cuentas y hacer los pedidos.
La noche del 30 de julio de 2011, Damaris, su madre y Julio César, salieron en una camioneta blanca hacia el que sería el último concierto de Jenni Rivera en la Arena Monterrey. Al llegar al lugar y ver que había muchas personas, deciden no entrar y mejor van a un bar todos juntos. En ese sitio estuvieron varias horas, hasta las 2 o 3 de la mañana. Se dirigen en la camioneta a casa de Juani. Una cuadra antes de llegar a la casa, Juani se baja y entra a la casa, Damaris y Julio César deciden irse en el coche.
Horas después entre 4:30 y 5:00 de la mañana, Damaris llama a su hermano Abraham y le dice que ella y Julio César habían tenido un accidente, que se habían salido del camino, así que le pide a su hermano que por favor vaya por ellos, que estaban en Industria de las Palmas. Todo iba bien, hasta que de repente, durante la llamada, Damaris le dice a su hermano que está llegando al sitio una patrulla de tránsito. Abraham escucha que un policía dice “apaga ese celular, ¿cuál es tu nombre?”, y la llamada se corta. Cabe resaltar que estos policías de tránsito nunca han sido interrogados por las autoridades en el caso de Damaris a pesar de que ellos fueron los últimos en verla con vida.
En cuanto esto sucede, Abraham sale al lugar en donde Damaris dijo que estaba, que no era una dirección específica, sino una ubicación en una carretera que conocían muy bien. Llegando al lugar, Abraham ve una camioneta blanca salida del camino. En el sitio sólo estaban unos policías de tránsito de Santa Catarina que le dicen que no había nadie, que cuando ellos llegaron la camioneta estaba vacía. Abraham reconoce la voz que había escuchado a través del teléfono, también logra ver que detrás de la camioneta había 3 impactos de bala. La familia intenta en vano marcar al teléfono de Damaris porque ya no contesta y no se sabe nada de ella. De Julio César tampoco se tenían noticias.
Fue el 31 de julio del 2011, cuando la familia supo por última vez sobre el paradero de Damaris y enseguida fueron con la policía de San Gilberto, a otra estación de policía, a la Cruz Roja y a hospitales, pero nadie sabía nada. Cuando van a levantar la denuncia por desaparición, las autoridades le decían a Juani que Damaris a lo mejor se había ido con el novio, que se había enojado con ella o que simplemente se había ido. Además, las autoridades alegaban que no podían hacer nada hasta que no pasaran 72 horas desde la desaparición, por lo que levantan el acta hasta el día 2 o 3 de agosto. A pesar de la negativa de las autoridades, la familia siguió buscando. Mientras tanto, el esposo de Damaris, Francisco Abraham, no hizo más que decir que ella seguro se había ido con otro, porque le habían dicho que andaba con el jefe, con Julio César. Tomó a su hijo Iñaki y se fueron ambos con la madre de él. Desde ese día no volvió a preguntar ni hacer nada por encontrar a su esposa.
Juani recordó en esos días que meses antes de que se llevaran a Damaris, ella y su hija habían entregado las comidas, cuando de repente, sonó el teléfono de Damaris y su esposo le dijo que le habían llamado diciéndole que se la iban a llevar o se la habían llevado. Entonces, Juani le contó eso a las autoridades, y mandaron llamar a Francisco Abraham. El esposo de Damaris confirmó que había recibido las llamadas, pero que había borrado el número y las autoridades ya no indagaron más. De la llamada ya no se supo nada, no se investigó ni se volvió a hablar con Francisco.
Cuando la familia estaba en búsqueda de Damaris, se enteraron que uno de los policías de tránsito había desaparecido, del otro la familia ya no supo nada. Nunca los interrogaron. La familia fue a preguntar por ellos y por Damaris con la policía de Banderilla, pero ellos le dijeron a la familia que “mejor ya ni le movieran porque les podía ir peor”. Lo que sucedió con los policías después y hasta hoy, 11 años después de la desaparición de Damaris, es incierto. Juani dice sarcástica sobre las autoridades: “lo que no hicieron hace 11 años, quieren hacerlo ahora”.
La familia fue a preguntar por ellos y por Damaris con la policía de Banderilla, pero ellos le dijeron a la familia que “mejor ya ni le movieran porque les podía ir peor”.
Dos o tres meses después, de que Damaris fue desaparecida, entregan el boletín de búsqueda. Juani iba diario con el Ministerio Público y este le decía que no tenía que hacerlo, que ellos le avisarían si sabían algo de Damaris. Salía llorando y les decía que no se le había perdido un objeto, que se le había perdido su hija. Un día vio en las noticias a un colectivo de familiares de personas desaparecidas y decidió unirse a ellas. Creía que iba a ser diferente, pero era igual, no la dejaban hablar y tenían que decir lo que la dirigente le decía. No podía ir sola a ver a las autoridades porque le decían que sólo podían ir todas juntas. Al final, al igual que las autoridades, ese primer colectivo no le ayudó, por lo que Juani junto con otra madre buscadora, iniciaron otro colectivo muy diferente donde ahora sí se sentía apoyada.
La familia González Solís con sus propios medios buscaba a Damaris. Juani asegura, que en su momento, hubo muchas cosas que las autoridades pudieron hacer pero nunca llevaron a cabo. La familia llevó al Ministerio Público todo lo que se tenía de avances. Cabe mencionar que en el año en que desapareció Damaris, detuvieron a todos los policías, vaciaron las corporaciones y llegaron puros soldados, recuerda Juani. El policía identificado en el caso de Damaris fue detenido, pero por otros asuntos, y finalmente lo dejaron libre, las autoridades no hicieron nada.
Mientras la familia seguía buscando desesperadamente, el 17 de octubre de 2011, unas personas que supuestamente estaban buscando miel, hallaron en el kilómetro 92 de la carretera Monterrey-Saltillo unos restos humanos. En un primer momento, estos restos no fueron relacionados con el caso. Se relacionan con el caso una vez que la madre de Julio César levanta la denuncia por desaparición. Los restos fueron identificados hasta octubre de 2012 como los de Brenda Damaris y Julio César. A Juani, las autoridades no le notifican nada las autoridades, sino que lo hace el primer colectivo al que pertenecía, un año después de que localizaron los restos, lo que a la madre le pareció muy raro e irregular.
Es hasta octubre del 2012, que los restos de Damaris fueron entregados a su familia. El cuerpo de Damaris y de Julio César fueron encontrados de manera fortuita, no porque las autoridades estuvieran haciendo una búsqueda exhaustiva. El cuerpo de Damaris fue entregado a su familia sin el más mínimo respeto, ya que se los dieron en una bolsa negra de plástico. Además de esto, las autoridades dijeron a la familia que no sabían para qué habían de realizar un servicio funerario con una caja mortuoria, si lo que tenían era tan solo algunos restos. En un alto grado de inhumanidad, le entregaron sin ninguna vergüenza la bolsa negra a Juani. Ella sólo recuerda que la funeraria tomó la bolsa y se la llevó para colocar todo en una caja pequeña. Las autoridades le preguntaron si iba a incinerar los restos, a lo que Juani dijo que no porque no estaban seguros de que fueran los de Damaris. La insistencia sobre la incineración de los restos de Damaris hacía a Juani preguntarse si había algo que las autoridades querían esconder. Sepultaron los restos, pero aún tenía la duda si eran o no los de Damaris.
La familia hizo una búsqueda en el lugar donde supuestamente encontraron los restos de Damaris. Las autoridades habían afirmado que unas personas buscando miel habían hecho el descubrimiento, y que habían dado parte al personal de la caseta de cuota cercana. Luego se supone que llegaron la policía federal y el Ministerio Público de Gonzalitos para hacer el levantamiento. Juani recuerda que en el lugar de la búsqueda no había ni una abeja, había solo monte. Además, el cuerpo de Damaris no se encontró completo, lo que alimentaba las sospechas de la familia sobre la veracidad de todo.
Juani seguía sin creer que fuera su hija. Para estar completamente seguros de a quien habían sepultado, la familia realizó diversas diligencias y peritajes. Consiguieron incluso apoyo de expertos de Perú, quienes hicieron una segunda confronta de ADN. Entre la exhumación y pruebas científicas, se tardó un año más. Cabe mencionar que la exhumación se hizo meramente para análisis genéticos, no para averiguar la causa de muerte. Hasta el día de hoy, 10 años después, no hay análisis antropológicos, y las investigaciones se han centrado enteramente en genética. Luego de todas las diligencias, estaban completamente seguros de que en efecto, habían sepultado a Damaris.
La lucha no terminó ahí para Juanis, aún había muchas cosas por aclarar. La carpeta de desaparición se traslada a homicidios por indicios hallados en los restos, había señales de arma de fuego sumado a que el cuerpo no se halló en su totalidad. El caso de Damaris fue tratado como homicidio porque aún no existía el tipo penal de feminicidio. Sin entender por qué a la familia le entregaron un acta de defunción en donde decía que Damaris había fallecido en su domicilio, lo cual era una vil mentira, una burla para la familia.
Debido a que las autoridades no hacen bien su trabajo, Juani siempre ha sido muy insistente, reclama y señala las irregularidades que nota. Considerando la situación del estado y la posible colusión de las autoridades con el crimen organizado, ya que se decía que algunas autoridades recibían dinero por parte de delincuentes para que “pusieran a algunas personas”, Juani comenzó a temer por la seguridad de su familia. Sobre todo porque en la investigación de Damaris se dice que al parecer el policía que detuvo a Damaris, entregaba a personas para el crimen organizado. El miedo de Juani de que fueran a levantar a uno de sus otros hijos aumentó, porque siempre la acompañaban, y las autoridades los veían, así que decidió mandarlos a otro estado. En Monterrey solo se quedaron Juani y su esposo Toño.
En 2014, cuando la entonces procuraduría del estado de Nuevo León pide el resguardo de la camioneta en la que iban Damaris y Julio César, ya no la encontraron en el corralón. Además no se aseguraron los lugares donde estaba la camioneta, ni donde hallaron los cuerpos sin vida.
Las autoridades omisas e indolentes han perdido o dejado perder piezas clave para entender qué fue lo que realmente pasó con Damaris. En 2014, cuando la entonces procuraduría del estado de Nuevo León pide el resguardo de la camioneta en la que iban Damaris y Julio César, ya no la encontraron en el corralón. Además no se aseguraron los lugares donde estaba la camioneta, ni donde hallaron los cuerpos sin vida. Juani reclama que de oficio en oficio, ya tiene 11 años en la búsqueda de justicia. Debido a la reiterada inactividad de las autoridades de Nuevo León y a que las autoridades federales se declararon incompetentes en el caso, el 22 de julio de 2020, la familia de Damaris con ayuda de la Clínica contra la Trata de Personas del ITAM, presentaron una petición individual en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, misma que aún no obtiene respuesta. Juani dice que las autoridades le dicen que vaya a Washington para ver en qué va el caso, ella ríe y piensa “como si fuera tan fácil ir”. En el 2021, las abogadas acompañantes del caso, presentan a petición de Juani una queja en la Comisión de Derechos Humanos de Nuevo León. Esto por falta de avances, omisiones e irregularidades.
El 31 de julio del 2022 se cumplieron 11 años desde que Juani vio por última vez a su hija y comenzó su lucha por justicia. Los años han pasado y algunas cosas han cambiado: Iñaki ahora es un joven de 13 años que va en secundaria, que sueña con ser licenciado y que es mucho más alto que su abuela. Alguien que no tenía derecho, puso fin a la vida de Damaris de forma abrupta, pero su hijo es su vivo recuerdo, quien ha crecido y cambiado desde que su madre fue desaparecida una madrugada. Su abuela le cuenta sobre ella, cuida las fotos, cartas y grabaciones para que él pueda tenerlas cuando sea mayor. Iñaki está en el cuadro de honor, tiene calificaciones excelentes y nadie le da apoyo, porque las autoridades argumentan que a su mamá ya la encontraron. Los hijos de personas desaparecidas y de madres que fueron víctimas de feminicidio deberían recibir la ayuda del gobierno, pero esta ayuda no existe en Nuevo León.
Han pasado más de 10 años desde que Juani está en pie de lucha y ella afirma que con los casos de desaparición y feminicidio de las mujeres sigue pasando lo mismo desde que Damaris desapareció. Las autoridades siguen haciendo lo mismo, son omisas, hay irregularidades, mentiras y filtración de información relevante. “Mientras que las autoridades sigan con los delincuentes, nunca vamos a saber qué le pasó a nuestros hijos”. A pesar de autoridades indiferentes y negligentes, ella continúa luchando: ha pasado por muchos fiscales, 4 gobernadores neoleoneses e incluso 3 presidentes de la República.
Pasan los años y la exigencia sigue siendo la misma: verdad y justicia para Brenda Damaris González Solis quien no murió en su casa como se afirma en su acta de defunción, sino que fue desaparecida y brutalmente asesinada. Juana Solís sigue en pie de lucha por su hija y por su familia.
Once años después de que Damaris fuera desaparecida y encontrada sin vida, las cosas siguen igual.
Esta publicación se ha elaborado con financiación del Fondo Fiduciario de la ONU para Eliminar la Violencia contra la Mujer y con el apoyo financiero de la Unión Europea; no obstante, las opiniones expresadas y el contenido incluido en ella son responsabilidad exclusiva del IMDHD y no necesariamente reflejan los puntos de vista de las organizaciones financiadoras.
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